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Opinión

Opinión.Un perfecto imbécil

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El día del reconocimiento internacional de Mandela, con motivo de la muerte, asistieron al estadio de fútbol más de cien…

El día del reconocimiento internacional de Mandela, con motivo de la muerte, asistieron al estadio de fútbol más de cien mandatarios de otros tantos países.

Ese mismo día escuché al periodista Justino Sinova, en Radio Nacional de España, decir que qué hacía allí Raúl Castro. Yo pensé inmediatamente: o este tertuliano está totalmente desinformado o no tiene vergüenza. Lo uno no es incompatible con lo otro.

Raúl Castro no sólo estaba entre los invitados, sino que fue el invitado internacional más importante en la despedida de Madiba,  como todos los espectadores pudieron comprobar. Porque las autoridades de Sudáfrica, con el presidente Zuma a la cabeza,  así lo han querido.

Por eso estaba situado donde estaba y por eso cerró el turno de oradores.

Cualquiera que conozca un poco de protocolo, o simplemente tenga un sentido común normalito, pudo darse cuenta de que el lugar que ocupaba el presidente de la República de Cuba era central.

Por allí tenían que pasar todos los oradores internacionales. Y por allí pasó Obama. Y, naturalmente, se vio obligado a saludarlo como manda la buena educación y las normas protocolarias más sencillas.

De los seis oradores internacionales que hablaron, Raúl Castro fue el que cerró las intervenciones. O sea el que ostentó el papel principal.

Para combatir la ignorancia de Justino Sinova y de cualquier otra persona que no sepa la capital importancia que ha tenido Cuba en la lucha contra el racista régimen sudafricano y en su desaparición, le voy a dar la palabra a Nelson Mandela ( y a partir de ella pueden consultar en enciclopedias si tienen alguna duda):

“¿Dónde hay un país que haya solicitado la ayuda de Cuba y que le haya sido negada? ¿Cuántos países amenazados por el imperialismo o que luchan por su liberación nacional han podido contar con el apoyo de Cuba? Debo decir que cuando quisimos alzarnos en armas nos acercamos a numerosos gobiernos occidentales en busca de ayuda y solo obtuvimos audiencia con ministros de muy bajo rango. Cuando visitamos Cuba fuimos recibidos por los más altos funcionarios, quienes de inmediato nos ofrecieron todo lo que queríamos y necesitábamos. Esa fue nuestra primera experiencia con el internacionalismo de Cuba”.

Con estas palabras explica Nelson Mandela los orígenes de la relación entre el CNA (Congreso Nacional Africano)  y la República de Cuba con Fidel Castro al frente. Si Justino Sinova las hubiera conocido quizás hubiera empezado a comprender algo. Pero es que la cosa no se quedó ahí. Ni mucho menos.

“¡La decisiva derrota de las fuerzas agresoras del apartheid destruyó el mito de la invencibilidad del opresor blanco! ¡La derrota del ejército del apartheid sirvió de inspiración al pueblo combatiente de Sudáfrica! ¡Sin la derrota infligida en Cuito Cuanavale nuestras organizaciones no habrían sido legalizadas! ¡La derrota del ejército racista en Cuito Cuanavale hizo posible que hoy yo pueda estar aquí con ustedes! ¡Cuito Cuanavale marca un hito en la historia de la lucha por la liberación del África austral! ¡Cuito Cuanavale marca el viraje en la lucha para librar al continente y a nuestro país del azote del apartheid! La decisiva derrota infligida en Cuito Cuanavale alteró la correlación de fuerzas en la región y redujo considerablemente la capacidad del régimen de Pretoria de desestabilizar a sus vecinos. Este hecho, conjuntamente con la lucha de nuestro pueblo dentro del país, fue crucial para hacer entender a Pretoria que tenía que sentarse a la mesa de negociaciones”.

Como se explica en el anterior texto,  la batalla de Cuito Cuanavale  fue crucial para acabar con el régimen del apartheid. Dicha batalla la libraron las fuerzas de Angola hermanadas con las de Cuba contra Sudáfrica, Zaire y los mercenarios pagados por los Estados Unidos de América.

Más de 2.600 cubanos dieron su vida por defender Angola y Namibia. Muchos más resultaron heridos. Casi medio millón de cubanos, voluntarios la inmensa mayoría, recalaron en Angola durante el tiempo de guerra.

Con los anteriores datos, ¿no resulta ridícula la pregunta de Justino Sinova?

No es que no se enteren, es que no se quieren enterar. La verdad, los hechos van por un lado. Y ellos, por otro totalmente opuesto.  Y es que el anticomunismo puede hacer de un “periodista”  o de otro cualquier “profesional” un perfecto imbécil. O un gran canalla.

Juan Segura Fernández.

 

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