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Opinión

Opinión. La cámara de eco

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¿Tu verdad?  No, la Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela.

_¿Tu verdad?  No, la Verdad,

y ven conmigo a buscarla.

La tuya, guárdatela.

Antonio Machado. Proverbios y cantares

 

Hace algún tiempo, gracias a la generosidad de lavozdemoron.es, publiqué un artículo que trataba de dos fenómenos que han surgido con el desarrollo de las llamadas “redes sociales” (antisociales más bien, a juzgar por lo que viene a continuación).

 

 

Los dos tenían nombres ingleses que no recuerdo en este momento. Uno de ellos se refería a la posibilidad de comprar a un gran número de opinadores, decenas de miles de opinadores, que en realidad son controlados por una sola persona o institución para hacer creer que una cierta opinión tiene miles de defensores cuando en realidad es una sola persona o ente quien maneja esas decenas de miles de cuentas.

 

Hace poco que me he enterado de otro fenómeno bien curioso. Los angloparlantes llaman echo chamber (cámara de eco) al fenómeno que describe la incapacidad de un individuo de escuchar en las redes sociales algo más que la resonancia de su propia voz.

 

 

El término echo chamber se está imponiendo en la literatura técnica y designa la manera en la que los ciudadanos se informan en tiempos en que los artilugios técnicos han propiciado la aparición de guetos identitarios, donde reina una especie de sectarismo entre grupos. Sólo se ven y leen las opiniones que fortifican prejuicios y creencias. En un entorno así no sólo se devalúa el debate, sino que se elimina de raíz.

 

Esto es lo contrario de lo que nuestro poeta y filósofo Antonio Machado nos recomendaba. Decía Don Antonio: “Para dialogar, preguntad primero; después…escuchad” y también dejó escrito los versos que encabezan este artículo.

 

Tenemos que estar absolutamente atentos al empleo de las tecnologías de la comunicación con fines de propaganda engañosa. Es hoy una parte esencial de la búsqueda de la verdad y puede evitar que nos engañen como a bobos y, lo que es más importante, que nos engañemos a nosotros mismos.

 

Diderot

 

 

 

 

 

 

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