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La guerra que vive Colombia

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Colombia ocupa en estos días espacios relativamente importantes en los medios de comunicación del mundo y es tendencia diaria en las redes sociales…

_Colombia ocupa en estos días espacios relativamente importantes en los medios de comunicación del mundo y es tendencia diaria en las redes sociales, como consecuencia de las multitudinarias manifestaciones de protesta que estremecen a todo el país y por el número de muertos ocasionados por la represión policial y los heridos, desaparecidos, los destrozos y los diarios enfrentamientos de las y los manifestantes con las fuerzas policiales. Hay que señalar que tal atención mediática no se conoció en meses recientes cuando las cifras de líderes sociales y exguerrilleros asesinados eran mas o menos semejantes. Habían marchas y protestas, pero no con la extensión y magnitud que se está viviendo en estos días.

 

Se dice que el problema empezó por la presentación por parte del gobierno de una reforma tributaria que golpeaba seriamente a las millones de familias empobrecidas en décadas de políticas neoliberales, y en procesos de precarización absoluta como consecuencia de la crisis social y económica generada por la pandemia. Efectivamente la reforma era un adefesio y causó un inmenso malestar, rechazo e indignación. Pero no es la causa única. Ha sido el detonante, la gota que copó el vaso. Podríamos señalar que ha sido algo similar a la disputa por aquel famoso “florero de Llorente” del 20 de julio de 1810, con que se construyó el simpático relato del inicio de la gesta de independencia. Unas trifulcas iniciadas porque un comerciante español se negó a prestarle a unos criollos un florero para adornar una ceremonia de recepción a un personaje, y entonces la trifulca generó un alzamiento independentista.

 

Por eso las manifestaciones se mantuvieron a pesar de que el gobierno se vio obligado a retirarla prometiendo hacerle modificaciones. La gente no cree en la palabra del presidente y el problema no es solo la reforma. Son la pobreza creciente en medio de la inmensa corrupción y despilfarro del poder, el asesinato permanente de líderes sociales y de indígenas, de defensores de derechos humanos y del medio ambiente. Son las fumigaciones con glifosato, las masacres, las violentas arremetidas militares contra indígenas, campesinos y colonos cuando se movilizan para reclamar sus derechos. Es la desesperanza de una juventud que no tiene presente y mucho menos futuro. La indignación creciente por el secuestro descarado del poder por parte de sectores políticos profundamente relacionados con las mafias del narcotráfico. Y también es, la traición al acuerdo de paz. Todo esto ha estallado con fuerza y puede explosionar mucho más.

La violenta y criminal respuesta del gobierno a las protestas tiene un sentido profundamente estratégico. Saben las oligarquías y las élites que en ese inmenso descontento nacional está muy presente un creciente peligro para sus intereses electorales, el de un gran movimiento que derrote a los partidos del sistema en las elecciones parlamentarias, regionales y presidenciales de 2022. Gustavo Petro se mantiene muy alto en las encuestas y el uribismo no encuentra candidato ni candidata para dar la pelea. Lo que ha llevado a Uribe a intentar presentar, parece que con poca suerte, a uno de sus hijos, a Tomas Uribe, como un posible candidato.

En este escenario el gobierno y las élites han tomado la decisión de aplastar a sangre y fuego la rebelión popular. Necesitan infundir miedo, terror, necesitan desarticular al movimiento popular. Se afirma con mucha fuerza que la misma policía y la extrema derecha realizan acciones de saboteo, pillaje y caos para poder justificar la violenta represión y mostrar a los manifestantes como vándalos e igual a como lo han hecho durante más de medio siglo culpan de las protestas a las guerrillas. La represión desatada no es la normal. Han puesto en marcha una estrategia de nuevos modelos de guerra de baja intensidad y de copamiento militar de las ciudades, dándole tratamiento insurreccional a los manifestantes. La vieja teoría del “enemigo interno”, de la doctrina de seguridad nacional. Quizás también, y no es una locura pensarlo, están ensayando contra el movimiento popular en rebeldía, sus planes de intervención militar contra Venezuela. Por ello hacen oídos sordos a los reclamos de las Naciones Unidas, de la Unión Europea, de importantes organismos internacionales de derechos humanos y de editoriales de periódicos de primera línea.

Paradógicamente, así como los jóvenes de los barrios populares que no tienen futuro, no tienen miedo alguno de morir enfrentándose a la policía, armados de palos y escudos de plástico contra poderosas armas de guerras regulares, este sector mafioso que controla el poder y que es hegemónico dentro de la oligarquía colombiana, el uribismo, no tiene miedo de enfrentarse al estupor y las condenas del mundo, porque saben que ellos tampoco tienen futuro.

 

La persistencia de las luchas de la gente en las calles de Colombia y el crecimiento exponencial de la solidaridad y la presión internacional, serán determinantes en el desenlace de las contradicciones que se viven hoy en Colombia, a pesar de que Iván Duque haya dicho en las últimas horas que su prioridad es un Diálogo Nacional para resolver la crisis, mientras sus tropas siguen disparando.

(*) Jaime Cedano Roldán es militante comunista, superviviente del genocidio contra la Unión Patriótica en Colombia. Escritor y conductor del programa radial"Suenan Timbres"

 

 

 

 

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